001 — Gnosis: ¿Qué es la Muerte? ¿Qué muere y qué no muere?
En las profundidades del conocimiento místico y gnóstico, desvelamos los velos de la sabiduría oculta, donde se revelan los antiguos secretos de la vida y la muerte, el alma y el ego, a los buscadores de la verdad. Para comprender las grandes verdades espirituales, es necesario explorar la anatomía oculta del ser humano, que va mucho más allá del cuerpo físico visible y tangible. La verdadera estructura del ser trasciende la materia, abarcando dimensiones más sutiles que, durante siglos, han sido ignoradas por la humanidad.
El ser humano, en su verdadera esencia, no se limita al cuerpo físico, sino que posee múltiples vehículos de manifestación, conocidos en el esoterismo como cuerpos sutiles o espirituales. Estos cuerpos son los vehículos que nos permiten interactuar con las diversas dimensiones de la existencia. Sin embargo, es importante entender que estos cuerpos sutiles están, en gran medida, contaminados por el ego y los defectos psicológicos que oscurecen nuestra conciencia y nuestra conexión con lo divino.
Entre estos cuerpos, se destacan los cuatro cuerpos inferiores, también conocidos como los “cuerpos del pecado”: el cuerpo físico, el cuerpo vital, el cuerpo astral y el cuerpo mental. Se les llama cuerpos del pecado porque están habitados por el ego, esa entidad fragmentada y multifacética que constituye los innumerables “yoes” que habitan nuestra psique. Estos yoes, en la tradición esotérica, son los “demonios rojos de Seth” mencionados por los antiguos egipcios, o los “agregados psíquicos” de los budistas. Son las personificaciones de nuestros defectos, que encarcelan nuestra esencia divina, impidiéndole brillar en su plenitud.
El cuerpo físico, hecho de carne y hueso, es el más denso de estos vehículos. Es el instrumento a través del cual nos expresamos en el mundo material y está sujeto a la decadencia y a la muerte. Cuando el cuerpo físico perece, sus procesos biológicos cesan, pero su verdadera función era ser un vehículo temporal para nuestra alma. Junto a él, el cuerpo vital, que da energía y vitalidad al cuerpo físico, también comienza a deteriorarse. Este cuerpo vital, conocido como cuerpo etérico o aura, es responsable de mantener el flujo de energía entre nuestros cuerpos sutiles y el cuerpo físico. Cuando el cuerpo vital se desintegra, la muerte física ocurre inevitablemente.
Sin embargo, más allá de estos cuerpos perecederos, poseemos cuerpos más sutiles que trascienden la muerte física: el cuerpo astral y el cuerpo mental. El cuerpo astral es el vehículo a través del cual nos expresamos en el plano astral, el mundo de los sueños y de la experiencia extrafísica. No muere, ya que está conectado con nuestra alma inmortal. A través del cuerpo astral, podemos viajar conscientemente a otras dimensiones, explorar realidades más allá de lo físico y reconectar con la esencia divina. El cuerpo mental, por su parte, es el vehículo que nos permite expresar pensamientos e ideas, siendo el instrumento de nuestra mente en el mundo mental. También trasciende la muerte física y continúa existiendo en la quinta dimensión.
Sin embargo, lo que realmente somos va mucho más allá de estos cuerpos sutiles. Nuestra verdadera esencia es el alma, la conciencia pura, conocida también como Budhata en Oriente. Esta esencia, nuestra verdadera naturaleza divina, es inmortal y perfecta. Desafortunadamente, está aprisionada por defectos psicológicos, por los egos que hemos acumulado a lo largo de muchas vidas. Cuando nacemos, esta esencia se manifiesta de forma pura, como en un recién nacido, que expresa una belleza e inocencia incomparables. Sin embargo, a medida que crecemos, la esencia vuelve a ser aprisionada por los defectos, y el ego toma el control de nuestras vidas, oscureciendo nuestra luz interior.
El Maestro Yeshua Ha’Meshiach, en su infinita sabiduría, nos enseñó sobre la importancia de hacernos como niños para heredar el Reino de los Cielos. No solo se refería a la pureza física, sino a la necesidad de retornar a nuestra esencia pura, libre del ego, para poder experimentar la verdadera vida espiritual. “A menos que os volváis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”, nos enseñó. Esto significa que debemos buscar la inocencia perdida, la pureza interior que nos conecta con nuestra verdadera divinidad.
Sin embargo, el ego, que es la personificación de nuestros defectos y deseos, lucha constantemente por mantener el control sobre nuestra psique. Es plural, compuesto de innumerables yoes que compiten entre sí por el control de nuestra mente y emociones. Cada uno de estos yoes representa un aspecto de nuestros defectos, como el orgullo, la ira, la envidia y el miedo. Estos yoes son verdaderas entidades psíquicas, fragmentos de nuestra conciencia desconectados de nuestra esencia divina.
Nuestro viaje espiritual, entonces, es el viaje de liberar nuestra esencia de estas ataduras del ego. Es la búsqueda de la eliminación de los defectos psicológicos, el proceso de la muerte del ego, que nos lleva al renacimiento espiritual. Este renacimiento, como enseñó el Maestro Yeshua, es un renacimiento de agua y fuego. El agua simboliza la purificación, el proceso de limpieza de imperfecciones y karma acumulado. El fuego, por otro lado, representa la transmutación, el poder alquímico que transforma nuestra naturaleza inferior en oro espiritual, elevándonos hacia nuestra verdadera divinidad.
Este camino de purificación y transmutación nos lleva a comprender lo que verdaderamente muere y lo que no muere. El cuerpo físico, el cuerpo vital y la personalidad son temporales; se deterioran y regresan al polvo tras la muerte. Sin embargo, nuestra esencia, nuestra alma inmortal, continúa existiendo, esperando una nueva oportunidad para encarnar y continuar su proceso de evolución espiritual. Aquellos que despiertan su conciencia y eliminan el ego se liberan de este ciclo de muerte y renacimiento, alcanzando la inmortalidad espiritual y la unión con lo divino.
La muerte física, por tanto, es simplemente una transición. Lo que muere es la forma, el cuerpo temporal que habitamos, pero la verdadera vida continúa. La esencia, cuando se libera del ego, asciende a dimensiones superiores, donde sigue su viaje de retorno a lo divino. Sin embargo, para aquellos que no han despertado, para aquellos cuya conciencia sigue aprisionada por los yoes, la muerte es solo el comienzo de un nuevo ciclo de sufrimiento, donde el ego sigue encarcelando al alma en sus ilusiones y deseos.
Nuestro objetivo, como buscadores de la verdad, es trascender esta rueda de sufrimiento. Es despertar nuestra conciencia y eliminar el ego para que podamos experimentar la verdadera vida, la vida eterna que el Maestro Yeshua Ha’Meshiach prometió a aquellos que sigan su camino. Este camino es el camino de la purificación, la transmutación y el despertar espiritual. Es el camino que nos lleva de vuelta a nuestra verdadera esencia, la Gran y Poderosa Presencia YO SOY, que es inmortal, perfecta y eterna.
Que cada uno de nosotros recorra este camino con determinación y fe. Que, a través de la práctica espiritual y el autoconocimiento, liberemos nuestra esencia y nos unamos con lo divino. Que la Luz de la Gran y Poderosa Presencia YO SOY brille en nuestros corazones, guiándonos en nuestro viaje de autotransformación y elevación espiritual. ¡Amén!